Cuando era niña veía a mis padres y deseaba ser grande, segura, decidida y
sin preocupaciones, tal y como les veía a ellos. Siempre pensé que con la edad
se cambia, se mejora y se afianza uno en sí mismo. Es cierto, lo hacemos, crecemos
y aprendemos cada día, pero, de alguna manera, nunca dejamos de ser los niños que
fuimos. No sólo porque sigamos teniendo capacidad de asombro, la risa o la
ilusión, sino porque a veces nos sentimos como entonces, pequeños, frágiles…
Y así me siento yo a veces. En alguna ocasión lo he dejado escrito en este
blog, las personas que me van conociendo me perciben fuerte, segura, no sé si
decidida, pero sí con las ideas claras. Soy consciente de que para muchas cosas
soy así, pero no para todas. Y por eso, cuando llega la noche y me acuesto me
siento frágil, sola, sin fuerzas para seguir afrontando las miserias de la
vida.
A veces me sobrecoge que me perciban así, porque yo me siento muy pequeñita
en la cama con mi soledad, y me pregunto de dónde sacaré las fuerzas para
seguir decidiendo lo que tengo que hacer, de dónde obtendré el aliento
necesario para no dejar de encontrar sentido a la vida.
Sí que debo ser fuerte, sí, porque sigo cada mañana despertando,
sonriendo y caminando hasta la noche…
2 comentarios:
Simplemente eres grande
Tú me haces así. Te quiero mucho, que lo sepas. Besossss
Publicar un comentario