viernes, 1 de febrero de 2008

Soledad


Esta foto me impresionó mucho cuando la vi y me ha llevado a hilar y a escribir esto.
Llevo unos días hablando con amigos, conocidos y desconocidos y todos hablan de lo mismo, de lo solos que se encuentran. Es esa soledad de amor de lo que hablan, no de aislamiento ni de no contar con nadie. Muchos tienen amigos, familia, compañeros de trabajo, no les falta con quién relacionarse, pero les falta su otra mitad. Aquélla con quien compartir lo más íntimo, aquélla a quien besar, a quien acariciar, a quien sentir muy cerca, a quien poder abrazar...



Digo aquélla por lo de la otra mitad, pero no hay género. Tanto hombres como mujeres nos dolemos de lo mismo, porque no es queja, es más profundo, es un deseo enorme de compartir, de querer, de amar, de envejecer junto a alguien.



Soluciones? Las tenemos cada uno dentro de nosotros mismos, y sólo nosotros podremos encontrarlas. Pero hay algo que sí es cierto, que deberíamos mirar bien dentro y quizá ser menos egoístas, menos exigentes, dar más sin esperar a que nos den, no esperar grandes amores que nos revolucionarán, no, sino ser felices con lo pequeño, apreciar lo que tenemos y disfrutarlo, y es posible que entonces sepamos ver.

1 comentario:

Gabrel dijo...

"En la verdadera soledad están los otros más presentes que nunca"
Xabier Zubiri

Es cierto, hay una soledad que buscas, que necesitas, ese tiempo para ti mismo/a, para ordenar a tu cuerpo y mente que descanse, que desconecte, que se centre en sí mismo y en darse gusto a sí mismo, a refugiarse en los sentidos...

Pero la otra, la indeseada, es la soledad que nos invade y carcome, y más aún carcome cuando estás rodeado de gente, de cosas, de momentos ¡¡que no son los que quieres ni necesitas ¡¡. La soledad del suspiro profundo, ese suspiro que clama, incluso los que están alrededor preguntan ¿ocurre algo? cuando suspiras de esa manera.

¿Soluciones? Si las hay no son fáciles. A veces la mente y lo material no comulgan bien... lo material te encadena a tal punto que la mente exige liberarse. Es una esclavitud no deseada. ¿Egosimo? No creo que sea solamente eso. Nuestros silencios gritan palabras que pueden herir, reclaman reciprocidad, son alientos del cansado que da pero no recibe lo suficiente, necesitamos recompensas, motivaciones, cada mañana recibir la frescura del entusiasmo. Tenemos el derecho a vivir en plenitud ¡¡