Uno de mis escritores favoritos (tengo muchos) es José Luis Sampedro, he leído
varios libros de él, todos distintos en cuanto a temática y época, pero en todos un denominador común, el
amor, la ternura, la entrega,… Hoy he
terminado “La sonrisa etrusca”, me lo regaló hace tiempo una buena amiga y he
tardado mucho en leerlo, a trozos, disfrutando de él:
“Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus hijos en Milán para
someterse a una revisión médica. Allí descubre su último afecto, una criatura
en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le
llaman sus camaradas partisanos. Y vive
también su última pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de
su vida concediéndole toda su plenitud.”
Ésta es la historia que narra, y nos seduce cuando nos hace partícipes de
la evolución ante el descubrimiento del otro, de los otros, ante la emoción de
la entrega y del amor, siendo conscientes de cada paso. Y ahora os dejo dos
pequeñas gotas de lo que encontraréis en el libro, y que espero os anime a
leerlo:
“No es un matorral ardiendo; sino un manantial para siempre. No hay sed que
no apague”
“Y los silencios lo cantan todo, son la vida entera de cada uno
resucitando, reconstruyéndose y requiriendo a la otra para completarse; son las existencias de
ambos abrazándose en un trenzado de anhelos y esperanzas. Por eso tras de cada
silencio fluyen las revelaciones…”
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