
En fin, que era momento de cambiar. Y tuve la inmensa suerte de tener un amigo que quería desprenderse de su coche. No lo usaba, no le gustan los coches y, al no quererlo sus hijos, me lo ofreció. Me lo regaló. Y cómo decir que no a una oferta así?? Por supuesto que acepté agradecida, y sólo tuve que ir a buscarlo, eso sí, a Mallorca. Un viaje en ferry de casi diez horas, bien provista de mis pastillas contra el mareo, y dos horas de conducción nocturna, que para mí es una proeza, ya que soy como un topito cuando oscurece.
Pero al fin lo conseguí, orgullosa de mi heroicidad y con un nuevo coche que, de momento, se está portando muy bien. Os muestro como es por dentro ...
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