martes, 13 de noviembre de 2007

Dolor


Enorme, inmenso dolor, se ha instalado en mi alma y dudo que alguna vez me abandone. Me destroza el corazón tener que tomar algunas decisiones, pero no hay más remedio. Los que me conocéis ya sabréis de qué se trata, es lo que me ha hundido, preocupado, inquietado y angustiado desde hace un par de años.


Durante unos meses viví la ilusión de que había solución, de que se había dado cuenta de su error, pero no, me equivocaba. Nos equivocábamos todos. He dado todo lo que podía, puesto todos los medios, consentido el más absoluto desprecio y la más total falta de respeto creyendo que hacía bien. Me he dado cuenta de mi error.


Y he llegado al límite. Hora de decisiones como decía antes. Las más difíciles que he tenido que tomar hasta ahora en mi vida. Pero necesarias por el bien de todos los implicados.


Qué prima en la vida, el bien de uno frente al grupo? El grupo frente a uno? Si se ha hecho todo lo posible por ese uno y aún así te devuelve lo que le das con golpes y desprecios que cada vez hieren más, hasta cuándo debes aguantar? Esta situación me hace pensar en las mujeres maltratadas, tanto física como psicológicamente, que siempre dan otra oportunidad, y otra, pobre, me ha pedido perdón, ha mejorado....y vuelta a empezar. Hay que poner fin a este tipo de situaciones que a ningún lado llevan más que a destruirse y a destruir a los demás.


Se que muy posiblemente el resto de mi vida llore lágrimas amargas por lo que está ocurriendo estos días, pero no hay otra solución. No me siento culpable pero sí responsable en parte de haber llegado hasta aquí. No puedo evitarlo, es la realidad. Ya se ocupan algunos de hacerme sentir mal, intentan hacerme responsable única de todo, y no lo puedo consentir.


Es el amor de madre incondicional, sacrificado, eterno y auto destructor? Sí y no. Siempre le querré, siempre contará con mi consejo, pero en la vida hay maneras de aprender, unos por las buenas paso a paso, día a día; otros deben darse de bruces con la realidad para descender de esa fantasía de poder e inmunidad en la que viven y a la que creen tener derecho.


Hay que aceptar las cosas como son por mucho que nos duela, y hay enorme dolor.




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