lunes, 9 de noviembre de 2015

Amor y duelo

Me enamoré de un hombre. Sí, hasta ahí todo normal, quién no se ha enamorado alguna vez, e incluso varias veces. No tiene nada de extraordinario, salvando lo maravilloso que es estar enamorada y el proceso que nos lleva a ello.

A veces, en ese proceso nos cegamos. Dejamos de ver la realidad, o nos la maquillamos. No deseamos ser conscientes de los fallos del otro, o al menos no de todos. Hay que ser coherentes con nosotros mismos e intentar que eso no ocurra. Y a pesar de todo, ¡ocurre!

Lo malo es cuando nos enamoramos creyendo ver todo lo que es el otro. Y vemos lo que nos deja ver. Si lo que nos muestra es un entramado de mentiras que le hacen parecer de una manera concreta, eso es lo que veremos. Y si además tiene ya larga experiencia en ello nos engañará con más habilidad. Ante eso, poco o nada podemos hacer.  Creer en el otro, quererle, amarle por lo que nos muestra, por lo que vemos en él, por lo que nos provoca, …, todo ello es lícito y necesario cuando nos enamoramos.

Pero, qué ocurre cuando un día descubrimos que no es lo que creíamos que era. Cuando sus supuestas realidades se desmoronan una a una, cuando aflora su verdadera esencia y es totalmente opuesta a lo que nos hizo creer… Ese día el dolor se instala en ti y se quedará tanto tiempo como sea necesario para poder superarlo. Y no es fácil.

El duelo transcurre como debe, al ritmo que cada cual establezca o necesite. Y mientras sucede hay etapas. En mi caso he sentido dolor, estupefacción, rabia, angustia, ira, alivio, y al final de todo, liberación.

Y todo ello porque no entiendo que un hombre mienta cuando dice que me ama. Ni que mantenga durante año y medio la mentira y no entiendo que al final desaparezca como un ladrón, sin despedirse. ¡No lo entiendo, de verdad!

Lo peor es que me enfado conmigo misma por haber sido tan crédula, por no haber querido ver las señales que estaban ahí, por no haberme fiado de mis intuiciones. Quería amar, necesitaba un amor maduro y pasional. Y creí que lo había encontrado. No hubo promesas de amor eterno, evidentemente; sin embargo, sí hubo un proyecto vital y profesional juntos. Me he sentido estafada del todo. Y no hay a quién reclamar, salvo a mí misma.


¿Y qué me ha dejado todo esto? Desconfianza, duda, temor, y pocas ganas de querer volver a empezar. Con el tiempo pasará, soy positiva en general y sé que querré volver a enamorarme, volver a vivir todo el proceso, y espero algún día conseguirlo de manera recíproca.

1 comentario:

Nicolás dijo...

Creo que ademas de todos los sentimientos que despierta descubrir que la persona de la que nos habíamos enamorado es completamente distinta cuando cae el velo del enamoramiento, es la impotencia, esa impotencia de no habernos dado cuenta, de habernos dejado llevar por la ilusión y los sueños, por haber caido en una telaraña que en definitiva nosotros mismo construimos, y da rabia pensar en que aquella persona que nos cautivó solo era una quimera un espejismo.

Lo conseguiras, hay que volver a atravesar el desierto pero al final llegará el día que aunque uno ya no es el mismo, es otra cicatriz, se lanza de nuevo a vivir.

Ánimo y un beso