Sigo con poesía, esta vez quiero presentaros un poema que me inundó de sensaciones, que hizo que se me encogiera el corazón cuando lo oí. Se lo dedicaba su autor, Ignacio Fajardo, a su padre, al que perdió siendo joven, como yo. Es intenso, emotivo, evocador y lleno de ternura. Es para mí un honor y un placer transcribirlo aquí:
NO SUPEYo conocí la mano que llenaba la mía.
Abracé al hombre alto
-era lo más alto, cuando todas
las cosas eran altas-
y me llenó de ideas como besos,
de besos como risas, de vértigo
y caricias.
Yo distinguía el ruido de sus pasos,
el golpe del llavín en la cerraja,
y cuando entraba la casa ya era casa,
las alcobas encogían de repente
la noche era redonda
y se cerraba,
caracol, vientre, redil, manada
mansa, completa y agrupada.
Yo conocí a mi padre siendo padre
pero no supe del hombre que encerraba.