Cuántas veces hemos deseado tener cerca a alguien que sepa escucharnos.
Nada hay más agradable, más reconfortante que tener a alguien cercano que sepa hacerlo
cuando tenemos angustia, ansiedad, problemas, o simplemente deseamos poner en
orden nuestro ser para poder tomar decisiones. Y exponer lo que nos preocupa
nos hace verlo con más claridad.
Saber escuchar no es fácil, hay que saber empatizar con la otra persona, no
se debe juzgar lo que se escucha. El que busca ser escuchado con frecuencia no
quiere consejo, ni soluciones, sólo desahogar su alma y hacer un poquito más
ligera su carga. A veces sí pretenden
que se les muestre una opción, y eso complica la escucha, porque implica
preguntar. Y preguntar escuchando tampoco es fácil. Hay que conocer lo que el
otro desea como pregunta, que no significa que le vaya a gustar la que se le
haga, pero siempre deberá hacerle pensar.
Yo sé escuchar, tengo la certeza absoluta de que sé hacerlo. Me gusta leer
en el otro, aliviar sus emociones, facilitarle el camino a su respuesta. Sé
empatizar, le intuyo con claridad, y me gusta. Es una bonita forma de poder
ayudar.
Y a veces puede llegar a ser una carga, sobre todo si te reclaman con
frecuencia. A veces no me dejan tiempo para mí. Por otro lado, el ser humano
suele ser egoísta, y una vez aliviado de su peso, no desea asumir el que no es
suyo, ni siquiera escuchando. Contradicciones de la vida….
Para mí es difícil abrirme, creo que mi interior no lo conoce nadie. El
otro día me dijo alguien que guardo muchos secretos en mí, muchas veces me
califican de misteriosa. Y yo sonrío en silencio, porque no es cierto, no se
trata de guardar secretos, ni de ser misteriosa, simplemente es que no
encuentro quien tenga el tiempo de escucharme. Y lo añoro…